450 AÑOS DE PRESENCIA DE LOS DOMINICOS EN CALI

| Por: Fr. Carlos Mario Alzate Montes, O.P. | 

A pocos años de la fundación de Santiago de Cali por Sebastián de Belalcázar, el
Provincial de la Orden de Predicadores en el Nuevo Reino de Granada, fray Alberto
Pedrero dispuso en 1575 la creación -a partir del convento de Popayán- de las casas
religiosas de Pasto, de Cali y de Buga.

El convento de Santo Domingo, emplazado a pocas cuadras de la actual plaza de
Cayzedo pasó a la jurisdicción de la provincia de Santa Catalina del Ecuador en sus
primeros años de existencia, sostenido con las limosnas de los vecinos hasta que a
comienzos del setecientos se logra terminar la construcción del templo y del convento,
se abre la cátedra de gramática y se convierte en punta de lanza de los misioneros que
incursionaban en el Chocó.

La comunidad se mantuvo estable durante la independencia, incluso el prior firmó el
acta de adhesión a la junta patriótica de Quito, lo que no impidió que el Congreso de
Villa del Rosario de Cúcuta de 1821 suprimiera el convento y que sus rentas, a petición
del General Santander sirvieran a la fundación del colegio Santa Librada, igual suerte
corrieron los otros conventos dominicanos de la región.


Con ocasión del Primer Congreso Eucarístico Bolivariano, celebrado en la ciudad en
enero de 1949 y que dejó honda huella en la ciudad, no solo en su fervor cristiano, sino
también en su infraestructura y en el desarrollo urbanístico de Cali, participaron varios
frailes, quienes viendo su pujanza y futuro promisorio, pidieron a sus superiores en
1952 el cierre de la casa san Sebastián de Popayán y el traslado de la comunidad a la
sultana del Valle, previa autorización del obispo Mons Julio Caicedo, quien
gustosamente dió el visto bueno para su retorno.


En septiembre del año siguiente desde Roma, el Maestro General de la Orden, Fray
Manuel Suárez erigió canónicamente la casa con el título de Santísimo Nombre de
Jesús y ordenó al Provincial, fray Alberto Ariza la destinación de los primeros frailes
dominicos y su respectivo superior.

Ubicados en la carrera 8va con calle 9na comenzaron su ministerio empeñado en la
predicación de retiros espirituales, enseñanza en la universidad, en varios colegios y
en las capellanías de las comunidades de las hermanas de la Presentación y de Santa
Catalina. Poco después se desplazan a Siloé, el sector más pobre de la ciudad en
aquella época y con apoyo de las autoridades municipales, promueven la creación de
escuelas y de centros de salud.

Experiencia que va a servir al padre Ricardo López en 1956 para abrir lo que comenzó
cómo el Instituto Lacordaire de bachillerato y comercio en un modesto local arrendado
y que hoy es el colegio bilingüe del cual han salido egresados centenares de jóvenes
caleños, destacados en las más distintas áreas del conocimiento, emprendedores
exitosos y ciudadanos de acrisoladas virtudes.

Otro fraile emprendedor, esta vez en el campo social, el padre Alonso Ocampo, se le
ocurrió fundar un Cottolengo en 1959 para atender todo tipo de pobrezas. Obra que
dirigió con ejemplar dedicación hasta su muerte y que hoy, ha vuelto a verse regentada
por un hijo de Santo Domingo.

El convento del Santísimo Nombre de Jesús, reducido a casa religiosa por la escasez
de personal en los años ochenta, con el advenimiento del siglo, volvió a ser convento y
hoy en día con nueva sede en el sector de Pance y con una comunidad consolidada,
mira el futuro con optimismo, mientras consolida su quehacer evangelizador en su
prestigioso colegio bilingüe Lacordaire, en la reconocida obra del Cottolengo en
Jamundí y en la hermosa capilla de Nuestra Señora del Rosario, restaurada bajo el
auspicio de Comfenalco Valle.

LAUS DEO